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viernes, 10 de abril de 2020

BIG DATA, INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y PANDEMIA


Para muchas personas, el uso del Big Data y de Inteligencia Artificial despiertan sospechas porque con sus técnicas pueden acceder a la información privada de los consumidores para manipularlos en la toma de decisiones. Son empleados por el marketing para “espiar” a los consumidores y saber qué, cuándo y cómo ofrecerles un producto para lograr que lo compren; también el marketing político recurre a ellos para “vender” mejor a los candidatos, ayudándolos a construir un mensaje específico para cada elector. Esta pandemia de covid-19 abre la oportunidad para que el Big Data y la Inteligencia Artificial sean utilizados en función del interés público y no del mercado.
Fue una empresa canadiense, dedicada a este rubro, la primera en advertir a sus clientes acerca de la existencia de una “extraña pulmonía” en China y lo hizo un día antes que ese país informara a la Organización Mundial de Salud y tres días después de la identificación del primer caso.
Pero, ¿cómo lo hizo? Sencillo, haciéndolo que siempre hacen, usando algoritmos basados en inteligencia artificial que rastrean millones y millones de datos circulando en las redes, noticias en la web, blogs, informes oficiales, redes de enfermedades y otros.
Sacadas las conclusiones ya conocidas por todos, se hizo una investigación global de las bases de datos de compras de pasajes aéreos para predecir cómo se iba a expandir la enfermedad y otras vez el resultado obtenido coincidió con lo que la realidad mostrara tiempo más tarde.
Los Estados están recurriendo a su uso para analizar, planificar y controlar esta pandemia. En muchos casos esto plantea debates sobre cuáles son los límites a la privacidad de los datos. Corea del Sur es uno de los países que más exitosamente enfrentó esta pandemia, logró que muchísimos ciudadanos descargaran voluntariamente una aplicación creada por Ministerio del Interior y Seguridad de Corea del Sur que gestionaba todo lo referido al coronavirus”. Así, quienes tenían síntomas podían solicitar un turno para un test, recibían los resultados a través de la misma aplicación, que también servía para seguir la geolocalización de quienes daban positivo y debían respetar la cuarentena.
China también recurrió a la tecnología para contener la enfermedad, aunque de una manera distinta. Crearon una aplicación en la cual los ciudadanos, desde sus teléfonos móviles, debían completar un informe diario con información como su temperatura corporal o los lugares en los que habían estado. A partir del procesamiento de los datos, a cada uno se asignaba un código QR: Verde, para quien podía moverse con libertad; amarillo, para quienes habían viajado a zonas sin riesgo (a quienes se les tomaba la temperatura al acceder a servicios públicos o comercios) y rojo, para los que debían permanecer en cuarentena.
En Lombardía, la región de Italia más afectada por el coronavirus, el gobierno recurrió a los datos de las compañías de telecomunicación para analizar los movimientos de la población a través de sus teléfonos celulares y así poder medir el impacto de la cuarentena. La legislación europea, en el Reglamento General de Protección de Datos, permite utilizar datos personales en situaciones de emergencia sanitaria, por lo que estas medidas son legales, especialmente si estos datos ayudan a prevenir futuros contagios.

En nuestro país se desarrolló la aplicación “Covid-19 Ministerio de Salud”. Esta aplicación permite realizar un autodiagnóstico e indica los pasos a seguir en caso de tratarse de un caso sospechoso. A su vez, los usuarios comparten los datos de geolocalización que en un futuro pueden servir para detectar zonas calientes o el respeto a la cuarentena.
A esto hay que sumarle varias iniciativas en marcha en distintas provincias y municipios, como por ejemplo la creación de un chat bot a través de whatsapp que servirá para sacar dudas sobre coronavirus y descomprimir las líneas telefónicas.
Desde la Fundación Sadovsky advirtieron que no hay que esperar resultados mágicos: “A simple vista parecería que la IA es una herramienta poderosa en la lucha contra el Covid-19, y si bien es cierto que ha tenido un desarrollo destacado en años recientes, es importante destacar que tales aplicaciones están basadas en la disponibilidad de grandes cantidades de datos y años de desarrollo y perfeccionamiento”. Esteban Feuerstein, director ejecutivo de la fundación e investigador del Departamento de Computación de Ciencias Exactas de la UBA, agrega que “la comunidad científica está muy involucrada, hay muchos científicos colaborando, con muy buenas intenciones”, pero recalca que hay que ser muy cautelosos, ya que por el apuro de poner cosas en marcha se corre el riesgo de que muchas de las aplicaciones o programas no estén listos para ser utilizados, ya sea porque tengan insuficientes datos o presenten sesgos algorítmicos (cuando un sistema informático refleja los valores de los humanos que están implicados en la codificación y recolección de datos). Además, como se trata de temas relacionados a la salud hace falta la aprobación de los organismos de control que los homologuen y aseguren su fiabilidad. A esto hay que sumarle otro riesgo: muchas de estas aplicaciones requieren “que el usuario ceda información personal sensible, como su historial de geolocalización, su estado de salud o incluso sus radiografías, sin una política clara de privacidad, ni de protección de datos”
Adaptación de la nota de Julieta Dusel en el diaro Página 12

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