Para muchas personas, el uso del Big Data y de Inteligencia Artificial despiertan sospechas porque con
sus técnicas pueden acceder a la información privada de los consumidores para
manipularlos en la toma de decisiones. Son empleados por el marketing para
“espiar” a los consumidores y saber qué, cuándo y cómo ofrecerles un producto
para lograr que lo compren; también el marketing político recurre a ellos para
“vender” mejor a los candidatos, ayudándolos a construir un mensaje específico
para cada elector. Esta pandemia de covid-19 abre la oportunidad para que el
Big Data y la Inteligencia Artificial sean utilizados en función del
interés público y no del mercado.
Fue una empresa canadiense, dedicada a este
rubro, la primera en advertir a sus clientes acerca de la existencia de una “extraña
pulmonía” en China y lo hizo un día antes que ese país informara a la
Organización Mundial de Salud y tres días después de la identificación del
primer caso.
Pero, ¿cómo lo hizo? Sencillo, haciéndolo que
siempre hacen, usando algoritmos basados en inteligencia artificial que
rastrean millones y millones de datos circulando en las redes, noticias en la
web, blogs, informes oficiales, redes de enfermedades y otros.
Sacadas las conclusiones ya conocidas por todos,
se hizo una investigación global de las bases de datos de compras de pasajes
aéreos para predecir cómo se iba a expandir la enfermedad y otras vez el
resultado obtenido coincidió con lo que la realidad mostrara tiempo más tarde.
Los Estados están recurriendo a su uso para analizar,
planificar y controlar esta pandemia. En muchos casos esto plantea debates
sobre cuáles son los
límites a la privacidad de los datos. Corea del Sur es uno de los países
que más exitosamente enfrentó esta pandemia, logró que muchísimos
ciudadanos descargaran voluntariamente una aplicación creada por Ministerio del
Interior y Seguridad de Corea del Sur que gestionaba todo lo referido al
coronavirus”. Así, quienes tenían síntomas podían solicitar un turno para un
test, recibían los resultados a través de la misma aplicación, que también
servía para seguir la geolocalización de quienes daban positivo y debían
respetar la cuarentena.
China también recurrió a la tecnología para contener
la enfermedad,
aunque de una manera distinta.
Crearon una aplicación en la cual los ciudadanos, desde sus teléfonos móviles,
debían completar un informe diario con información como su temperatura corporal
o los lugares en los que habían estado. A partir del procesamiento de los
datos, a cada uno se asignaba un código QR: Verde, para quien podía moverse con
libertad; amarillo, para quienes habían viajado a zonas sin riesgo (a quienes
se les tomaba la temperatura al acceder a servicios públicos o comercios) y
rojo, para los que debían permanecer en cuarentena.
En Lombardía, la región de Italia más afectada
por el coronavirus, el gobierno recurrió a los datos de las compañías de
telecomunicación para analizar los movimientos de la población a través de sus
teléfonos celulares y así poder
medir el impacto de la cuarentena. La legislación europea, en el Reglamento
General de Protección de Datos, permite utilizar datos personales en
situaciones de emergencia sanitaria, por lo que estas medidas son legales,
especialmente si estos datos ayudan a prevenir futuros contagios.
En nuestro país se
desarrolló la aplicación “Covid-19 Ministerio de Salud”. Esta aplicación permite realizar un
autodiagnóstico e indica los pasos a seguir en caso de tratarse de un caso
sospechoso. A su vez, los usuarios comparten los datos de geolocalización que
en un futuro pueden servir para detectar zonas calientes o el respeto a la
cuarentena.
A esto hay que sumarle
varias iniciativas en marcha en distintas provincias y municipios, como por
ejemplo la creación de un chat bot a través de whatsapp que servirá para sacar
dudas sobre coronavirus y descomprimir las líneas telefónicas.
Desde la Fundación
Sadovsky advirtieron que no hay que esperar resultados mágicos: “A simple vista
parecería que la IA es una herramienta poderosa en la lucha contra el Covid-19,
y si bien es cierto que ha tenido un desarrollo destacado en años recientes, es
importante destacar que tales aplicaciones están basadas en la disponibilidad
de grandes cantidades de datos y años de desarrollo y perfeccionamiento”. Esteban
Feuerstein, director ejecutivo de la fundación e investigador del Departamento
de Computación de Ciencias Exactas de la UBA, agrega que “la comunidad
científica está muy involucrada, hay muchos científicos colaborando, con muy
buenas intenciones”, pero recalca que hay que ser muy cautelosos, ya que por el
apuro de poner cosas en marcha se corre el riesgo de que muchas de las
aplicaciones o programas no estén listos para ser utilizados, ya sea porque
tengan insuficientes datos o presenten sesgos algorítmicos (cuando un sistema
informático refleja los valores de los humanos que están implicados en la
codificación y recolección de datos). Además, como se trata de temas
relacionados a la salud hace falta la aprobación de los organismos de control
que los homologuen y aseguren su fiabilidad. A esto hay que sumarle otro
riesgo: muchas de estas aplicaciones requieren “que el usuario ceda información
personal sensible, como su historial de geolocalización, su estado de salud o
incluso sus radiografías, sin una política clara de privacidad, ni de
protección de datos”
Adaptación de la nota de Julieta Dusel en el diaro Página 12
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