La sigla proviene del inglés y significa bien no fungible, es decir que no se puede cambiar por otro, ya que es único. A diferencia de un billete, que tiene un determinado valor y puede ser intercambiado por otro de igual denominación y ambos valen lo mismo, el NFT tiene una identificación propia que lo hace único. En este sentido se asemeja a una obra de arte, al cuál los usuarios le asignan un valor, son únicas y en eso radica realmente su valor ya que una copia, por buena que sea, nunca acercará su valor al original.
En el caso del NFT que termina siendo un archivo y del cual pueden hacerse infinitas copias idénticas, logra su identidad única a través de una serie de metadatos que registran su autenticidad, su valor inicial, transacciones que se hayan hecho con la obra y su autor.
Es así que el mundo del coleccionismo se reinventa de la mano del arte digital y los artistas encuentran nuevas fuentes de ingreso, lo mismo que las galerías de arte y museos. Lo cierto es que al día de hoy su comercialización está muy lejos de las expectativas generadas y el 75% de las ventas se hacen a valores muy bajos, aunque parecen garantizarse una larga vida.
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