Durante los 70’s, en un escenario pautado por la Crisis del petróleo, Whittingham colocó manos a la obra y en poco tiempo creó una batería con gran potencial (dos voltios). Sin embargo, el problema era que estaba basada en litio metálico, el cual es reactivo y volvía a la propuesta inviable. Fue Goodenough quien recogió el guante y una década más tarde decidió reemplazar los insumos que la hacían explosiva. De esta manera empleó óxido de cobalto con iones de litio y tornó a la tecnología mucho más potente (cuatro voltios). Finalmente, el mundo debió esperar a que Yoshino marcase un verdadero punto de inflexión: volvió a la batería más ligera y resistente para ser cargada y recargada cuantas veces fuera necesario. De este modo, se tornó susceptible de ser comercializada.
En primer lugar, ha tornado más pequeños a los celulares, tablets y computadoras y, de esta forma, habilitó la consolidación de la electrónica móvil. La segunda aplicación importante tiene relación con la electrificación rural: aquellas personas que no tienen acceso a la red eléctrica pueden emplear la batería para almacenar energía. La tercera y, quizás la más rimbombante, tiene que ver con los autos eléctricos”.
El litio es el metal más liviano y, a la vez, detenta excelentes capacidades para almacenar energía. Un auto, por ejemplo, utiliza el equivalente de litio presente en 15 mil celulares, por ello, se espera que la industria automotriz sea –en un futuro no muy lejano– la encargada de traccionar la demanda de este insumo.“Las baterías recargables de ion de litio le ganan por goleada a cualquier otra. Tienen una ciclabilidad (carga y descarga en miles de ciclos) increíble y permiten, por ejemplo, que nuestro celular se la aguante a las 11 de la noche sin haber sido cargado desde la mañana. El contraejemplo son las de plomo ácido que se usan en los coches y que, cada tres o cuatro años, hay que cambiar”, describe Victoria Flexer, investigadora del Conicet y docente de la Universidad Nacional de Jujuy. Y, luego, completa su argumento: “Más allá de posibilitar la portabilidad en electrónica y la fabricación de autos eléctricos, han permitido almacenar energía de fuentes renovables pero intermitentes como la eólica y solar. No es factible pensar en una matriz energética con una altísima porción de renovables sin contar con el método de almacenaje. Hoy en día, en Argentina, el empleo de renovables es inferior al 1%”.
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