En principio,
para entender qué es la web 3.0, hay que conocer a qué se refieren las dos “versiones” anteriores
de la web.
La web 1.0 es Internet en su sentido clásico: una red de computadoras
vinculadas a través de un protocolo específico. Ingresar
al sitio web de un diario sería un
ejemplo del funcionamiento típico de la web 1.0: la información se encuentra en
una computadora y los usuarios, a través de otro equipo, acceden al contenido para
leerlo de forma local. El sitio ofrece información y el usuario “se entera”, es
decir los datos circulan en un solo sentido.
La web 2.0 o web social se vincula a los servicios que permiten compartir datos e interactuar con
gran facilidad. Las redes sociales y las plataformas de
colaboración constituyen la base de esta evolución de Internet. Subir
un video, dejar un comentario, compartir archivos, crear contenido son algunas
de las herramientas de la Web 2.0, por lo que la información fluye en ambos
sentidos
La idea de web 3.0, en este contexto, está
relacionada a lo que se conoce como web
semántica. Los usuarios y los equipos, en este marco, pueden interactuar
con la red mediante un lenguaje natural, interpretado por el software. De esta
manera, acceder a la información resulta más sencillo. Dicho de otro modo,
todos los datos alojados en la web 3.0 deberían ser “entendidos” por
las máquinas, que podrían procesarlos con rapidez. La web 3.0, en
definitiva, está relacionada con la inteligencia artificial. Los sitios web incluso tendrían la
capacidad de conectarse entre sí de acuerdo a los intereses del usuario. Podemos
decir que en un principio cada sitio tenía su propia información y no la
compartía con otros: texto e imágenes, por ejemplo, que formaban parte del
código mismo y, por lo tanto, eran indivisibles de la página en la que se
mostraban. Las bases de datos lo
cambiaron todo, ya que el contenido se desprendió de las páginas para ser
publicado en tantos sitios como las leyes lo permitan. Una de las barreras que
la web 3.0 intenta derribar es la necesidad de operadores humanos para
evaluar y administrar el contenido en Internet. Esto no es nuevo, ya que varias
compañías, entre las que destaca Google por la popularidad de sus productos,
llevan años investigando y desarrollando tecnologías
de inteligencia artificial para volver la navegación cada vez más fluida y
enriquecedora.